jueves, 8 de mayo de 2008

Sontag y su interpretación del arte

«El arte tiene forma y no hay que buscar su contenido» es la propuesta de Susan Sontag en su ensayo titulado “Contra la Interpretación”, publicado originalmente en Evergreen Review en 1964, para después aparecer en su colección de ensayos, ya traducidos al español, con el mismo título en la edición de Seix Barral en 1969.

Esa premisa referente a la forma y contenido en el arte, recurrente a lo largo del escrito de Sontag, refiere que en el momento en que la obra es interpretada pierde el sentido real que quiso imprimirle el autor. Esta interpretación, llevada a cabo por una persona o un grupo de ellas, tiene en contra de la obra la visión estrecha que se pudiera aplicar en la misma, convirtiéndola así en una interpretación parcial de acuerdo al antecedente cultural, gusto y estado de ánimo con el que se hace el análisis interpretativo.

Si el arte es la imitación de la vida (o de lo que se aplica en ella), según Platón, no es posible interpretarla cada vez que nos topamos con él, pues como se vive día con día, habrá que vivir el arte mismo y disfrutarlo para poder llegar a interpretarlo en su esencia última, tal y como se sugiere que se viva.

¿Porqué torturar nuestras mentes tratando de descifrar lo que el autor quiere decir, si bien únicamente podemos disfrutarlo? Es lo que parece preguntar Sontag en cada una de sus líneas, lo cuál me recuerda aquella película de Angélica María y Fernando Luján discutiendo por el significado del arte abstracto y donde el último no necesita explicar el contenido de su obra porque ésta habla por sí misma y sería un desperdicio tratar de buscar las palabras precisas que describan su sentimiento al momento de crear.

El arte en sí mismo no busca describir, sino representar; pero en la actualidad es tanta la urgencia de significados que parece imposible que alguien escriba, pinte o esculpa algo sólo por el placer de hacerlo y si así lo hiciere el público tendría que buscar el modo de enfrascarse en eternas discusiones de lo que el artista quiso decir con tal o cuál color, trazo o palabra.

Ahora bien, menciona Susan Sontag, no es que no sea posible describir una obra de arte, pero hay que hacerlo desde la forma, para lo cual debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más para así mostrar cómo es lo que es (...) y qué es lo que es el arte.

lunes, 5 de mayo de 2008

Cuentos de amor y locura soledad

Bendita naturaleza humana que nos permite mantener abiertas puertas
y ventanas como una alternativa para evitar la locura.
Frase célebre, escrita por una celebración

Lo esperaba a las seis de la tarde como todos los días. Escuchaba el rumbido de su auto y se apresuraba acomodándose el pelo y ajustándose el pantalón. Se asoma despacio pues quería asustarlo, y ¡sorpresa! Grita con fuerza mientras él se estremece al verla, voltea con una sonrisa forzada, los nervios se le notaban en los ojos desorbitados. –¿Nos vamos?- le dice subiéndose al coche –sí, pero antes… -¿papá quién es ella?- le pregunta un niño desde dentro del coche. Ella voltea y le pide una explicación, él no aguanta más y suelta la risa, le explica que quería hacerle una broma. Había entrenado a su sobrino para que le llamara papá delante de ella. Ella suelta las manos y huye corriendo. –Sólo quería un motivo para cantarte la canción que te gusta-, le grita con fuerza, -quería traerte serenata esta noche-, los gritos le dan fuerza a sus pasos que se convierten en un andar agitado. La persigue gritando y cantando la canción, ella no lo escucho nunca más, desconoció la realidad.
Vagó por las calles día y noche, algunas veces se sentaba en la plaza sola y cantaba susurrando su canción preferida. “le quise explicar que era sólo una broma, no me quiso escuchar…”


Era el día de su boda, se casarían por lo civil. Una noche antes ella recibía la llamada de su novio pidiéndole tiempo para pensar la decisión que tomarían, casarse era algo muy serio y la duda no podía caber en una sentencia así. Suelta el teléfono sin saber que hacer, no podría cancelar la boda que había preparado. Pensando que fue un horrible sueño y sin decir nada se fue a dormir. Al siguiente día sus manos apretaban las flores y la pluma donde plasmaría su firma. El papá del novio interrumpió en las sala disculpando a su hijo, quién no llegaría a la boda. Había salido una noche antes dejando una nota en el televisor diciendo que era demasiado joven para casarse. Salió huyendo en su camioneta y se quedó sin frenos en el camino. Murió instantáneamente al chocar en el camellón central, algunos juzgan como justa su muerte, -cómo se le ocurrió hacerle eso, dejarla plantada-, -se lo merecía- nadie se percató de la sonrisa de la novia, parecía estática pero sus ojos sonreían, permaneció inmóvil y pidió firmar el acta, salió caminando dejando una firma y una marca de grasa en el papel que la llamaría sola.




La curiosidad mató al gato y ella moría de ansiedad por revisar su correo.
Meses antes, había confiado el nombre de usuario y contraseña a su novia olvidadiza. Quizá pensó que nunca lo recordaría, no contaba con que lo anotaría en su ordenador y al revisar los archivos lo encontró. Inscribió con miedo el nombre de usuario, la contraseña y resultó. Los segundos se agrandaron mientras leía el mensaje “cargando”. Entró al correo y se encontró con varios mails de una mujer. Inmediatamente consultó los correos enviados y justamente cada uno de ella, había sido contestado por él. Algunas veces ella comenzaba la conversación y otras la originaba él. Leyó uno a uno los correos, cada párrafo, cada palabra. Encontró recados como “te extraño”, “te admiro”, “eres increíble”, “nos vemos para almorzar”, “te quiero”, “extraño tus despedidas con un beso”, “quería llamarte de madrugada”, “eres maravillosa”, serenamente ella recitaba los mails. Día a día se preparaba puntualmente, de seis de la tarde a dos de la mañana y leía una a una las palabras que desgarraron su razón…