viernes, 19 de septiembre de 2008

Cada quien su camino

Ubicada en la segunda mitad de los años 40’s, justo cuando los Estados Unidos despertaba de la depresión económica, un joven decide buscar aventura, en compañía de algunos amigos, recorriendo los caminos de su país y los del vecino del sur.
Viajando como vagabundos durante gran parte de sus vidas, la generación Beat vino a representar el nuevo estilo de vida americano en donde todos los jóvenes buscaban la libertad de encaminarse a donde quisieran, sin seguir lineamientos preestablecidos por una sociedad caduca y ávida de salir también a recorrer caminos, aunque ese deseo estaba rodeado de miedos y prejuicios.

Jack Kerouac nos comparte esta visión desde la guarda de En el camino novela escrita en los albores de los 50’s y publicada por primera vez en 1957.

Kerouac nos lanza un reto que consiste en vivir la vida hasta los límites del camino que tenemos por recorrer sin temor a equivocarnos al elegir la brecha que siempre podremos cambiar, hasta en el último de los momentos y en el peor de los casos.

Borges lamentó no haber vivido plenamente, otros se lamentan, incapaces de hacer otra cosa, el hecho de estar muertos en vida, En el camino nos indica sólo una forma de no quedarnos en el lugar en el que estamos, sino buscar más allá de nuestras narices.

Kerouac nos escupe la palabra light en la cara para mostrarnos que así hemos vivido... domesticados desde el principio, esperando el momento de vivir el tedio en medio del mismo tedio sin esperanza de encontrar fuera de esta vida cómoda lo que más necesitamos: libertad real; espacios abiertos; ideas nuestras, propias; un camino de vida, cualquiera que éste sea pero seleccionado por nosotros.

Esto me recuerda el desenfado con el que algunos miran pasar la vida en el lugar donde trabajo, sin comprometerse con lo que hacen, sin estar dispuestos a cumplir siquiera con su carga horaria recurriendo a pretextos absurdos; me recuerda a quienes se mueven de acuerdo a la dirección de viento, aunque eso implique traicionar sus ideas, o morderse la lengua buscando alianzas con quienes están en peores condiciones que ellos, sólo porque sus nombres “suenan” en otras esferas; me recuerda a quienes cuentan los mismos chistes una y otra vez y a quienes, en un afán de quedar bien, se ríen de ellos como si fueran nuevos; me recuerda a quienes no dicen nada esperando que los demás lo hagan por ellos y tantas cosas más…

Desde esta mi perspectiva, momentánea quizá, estoy apuntando directamente hacia la búsqueda de mi propio camino, tal y como lo encontró Sal o como lo sigue buscando seguramente Dean.

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