jueves, 7 de abril de 2011

Articular los saberes

Reseña del Libro Articular los Saberes de Edgar Morin

por Gilberto Garza Valdez
Interrogarse qué saberes enseñar en las escuelas es el tema central de apasionados debates sobre la reconfiguración de los currículos de todos los niveles educativos.
Raúl D. Mota

El texto es una reseña del libro Articular los Saberes. ¿Qué saberes enseñar en las escuelas?, de Edgar Nahoum Baressi, más conocido como Edgar Morin, quien es un pensador francés, nacido en los años veinte del siglo pasado. El propósito fundamental de este trabajo es facilitar la comprensión de las ideas que expone Morin en dicho texto, el cual consta de cuatro capítulos que se desarrollan en forma secuencial; se incluye un apartado de antecedentes que busca contextualizar al lector en el devenir de la educación a través de los siglos.

Hace unos dos mil años, minutos más, minutos menos, en los primeros cinco siglos sobrevivió lo que pudiera llamarse “la educación general”: leer, escribir y contar; con énfasis en gramática y retórica, heredada de los griegos e impuesta por la hegemonía del imperio romano; después, entre el siglo quinto y décimo, se vivió la llamada edad oscura, en que sólo se educaron unos cuantos religiosos.

Entre el siglo diez y doce, empezó a tomar fuerza la actividad educativa, tratando de recuperar los conocimientos clásicos, traduciendo en algunos monasterios textos del griego al latín, y como era de esperarse con un marcado sesgo religioso.

A finales del siglo doce y principios del siglo trece, en las escuelas catedralicias se debatía intensamente la conveniencia de mantener cerradas las puertas, a temas y conocimientos que pudieran resultar no adecuados para los intereses religiosos. Fue en esos momentos cuando nació el concepto de universitates (latín) e inicia la lucha por abrirse a todo tipo de conocimientos. En el siglo catorce, Italia impulsó el estudio de la historia cultural (Renacimiento), tratando de recuperar lo clásico.

Tuvieron que pasar quinientos años de intentos de arranque y de apertura; es decir, hasta los siglos diecisiete y dieciocho para que las universidades se dieran cuenta que estaban siendo rebasadas por un torrente de nuevas ideas en torno a la filosofía, la ciencia y la tecnología. Y es, hasta finales del siglo veinte e inicios del veintiuno, cuando empiezan a notarse las primeras consecuencias impactantes producidas por los efectos directos del progreso científico y tecnológico.

Morin está convencido de que dichas transformaciones conducen a un aumento de la complejidad de la sociedad; complejidad a la que llama emergente, debido a que desafía los métodos tradicionales de análisis en todos los ámbitos. Es en este marco que empieza a configurar sus ideas.

Su tesis la desarrolla en cuatro textos. El primero se titula: Articular las disciplinas; el segundo: La antigua y la nueva disciplinariedad; el tercero: Por una reforma del pensamiento; el cuarto: La democracia cognitiva y la reforma del pensamiento.

En el primero de los textos, Articular las disciplinas, estudia los vicios y virtudes del quehacer científico mostrando el camino para la consecución de la reforma del pensamiento. Inicia estudiando la ciencia moderna, caracterizada por su organización disciplinaria, donde cada una de ellas encierra a su conocimiento dentro de sus propias fronteras.

Nos advierte que la ciencia, a pesar del paradigma hiperdisciplinario, disyuntivo y reductivo, es inseparable de la transdisciplinariedad; por lo tanto, invita a adoptar un pensamiento complementario que permita encontrar la vía de articulación entre las disciplinas.

“La organización disciplinaria se instituyó en el siglo XIX, con la formación de las universidades modernas…” , y según Morin, aun con todas las ventajas que implica la disciplinariedad al delimitar un campo de competencia sin el cual el conocimiento se volvería vago, y revelar un objeto de interés para la ciencia; se tiende en forma natural hacia la autonomía, por la especificidad de su lenguaje, sus técnicas, y sus teorías, delimitando sus fronteras y posibilitando “…el riesgo de hiperespecialización del investigador, y la cosificación del objeto estudiado olvidando que ha sido extraído desde que es percibido como una cosa en sí, pero que además está vinculado con otros objetos tratados por otras disciplinas…”

Morin también rescata la idea de que ciertas nociones circulan y atraviesan clandestinamente las fronteras de las ciencias; contrario a la idea de que un concepto no tiene pertinencia más que en el campo disciplinario en que nació, señalando como ejemplo que “…Claude Lévi-Straus no hubiera podido elaborar su antropología estructural si no hubiera conocido a Jacobson en los bares de New York, creador de la lingüística estructural…”

La invitación del autor es a articular las disciplinas buscando la transdisciplinariedad que permita hacer frente y estar a la altura de los problemas de nuestro tiempo.

En el segundo texto, La antigua y la nueva disciplinariedad, remarca “…la importancia de una transdisciplinariedad que reincorpore al sujeto como conceptuador enmarcado en su contexto, y la búsqueda de un paradigma de la complejidad.”

En este capítulo nos remite básicamente a la búsqueda de una actitud determinada al investigar, al reflexionar, al comprender y explicar los saberes; luchando contra el olvido en que la ciencia ha dejado al sujeto cognoscente, así como contra la excesiva fragmentación y formalización teórica. Es la búsqueda de un nuevo enfoque de pensamiento.

Morin aclara que no se trata de controlar las disciplinas, sino de hacer interdisciplinariedad integrando al sujeto aun con el riesgo de su influencia subjetiva, ya que finalmente la ciencia no es pura, sino producto de los mismos sujetos que en otros tiempos con sus propias limitaciones se encerraron con su ámbito, por lo que insiste: “…los más grandes progresos científicos contemporáneos se han logrado reintegrando el observador a lo observado…” y critica que la realidad objetiva del observador y su influencia en la ciencia, no es aceptada, o es menospreciada.

Y se pregunta “¿Cómo restituir el problema del saber? El paradigma que sostiene nuestro conocimiento científico es incapaz de responder a la pregunta, puesto que la ciencia se fundó sobre la exclusión del sujeto…”

Aun siendo el hombre el objeto del conocimiento, se le descompuso en mil pedazos para tratar de comprenderlo olvidando la necesidad de mantenerlo unido en la conjunción sujeto/objeto; y en el estado actual de proliferación y dispersión de conocimientos, es necesario regresar a revisar los paradigmas de los mismos, ya que “…el desarrollo de la ciencia se efectúa no ya por acumulación de conocimientos, sino por la transformación de principios organizadores del conocimiento. La ciencia no sólo crece, se transforma…” . “Es por ello que se llegó a la situación actual, donde la ciencia es incapaz de pensarse a sí misma científicamente, incapaz de determinar su lugar, su rol en la sociedad, incapaz de prever si lo que saldrá de su desarrollo contemporáneo es el anonadamiento, la servidumbre o la emancipación”. Podríamos agregar o su destrucción.

El autor propone dejar de emplear los métodos con reglas fijas que presumen pronóstico y control, sino construir un camino basado en la incertidumbre buscando que no se vuelva rector ni metodología. “El método es lo que enseña a aprender. Es un viaje que no se inicia con un método, se inicia con la búsqueda del método. El despliegue de un camino con el temple necesario para resistir las tentaciones racionalistas: la idealización…la racionalización…la normalización…”

El tercer texto: Por una reforma del pensamiento, enfatiza la necesidad urgente de una reforma paradigmática, revisando el lugar del conocimiento, la complejidad y la ruptura entre las humanidades y la ciencia.

La razón lógica para la fragmentación del conocimiento a través de las disciplinas fue para se hiciera mejor y más específico, para facilitar su estudio y comprensión; el problema sobrevino cuando se perdió la comunicación entre ellas.

Está convencido de que se puede llegar a un nivel de conocimiento más apto al tomar en cuenta las relaciones existentes entre las diversas disciplinas, sin ver las cosas aisladas ya que “un conocimiento sólo es pertinente en la medida en que se sitúa dentro de un contexto…”, no solamente teórico sino histórico.

“…A través de este formidable desarrollo de la cultura científica, uno asiste a la pérdida de la reflexividad incluso sobre el devenir de la ciencia misma y sobre la naturaleza de la ciencia humana…”, todo esto como consecuencia de la separación histórica del campo de las humanidades en donde se favorecía la reflexión y la capacidad de meditar sobre el saber, para hacer conciencia de sí mismo.

Morin hace un llamado para detener la invasión de la cultura científica sobre las humanidades, ya que el lenguaje científico tiende a cerrarse e inclusive volverse esotérico para el común de la gente y para los mismos especialistas, si pertenecen a otra disciplina. “…Desgraciadamente, cuantos más conocimientos especializados y limitados se tienen, más ideas absolutamente estúpidas sobre la política, el amor, o la vida se tienen…”

A esta problemática llama: el desafío de la complejidad, proponiendo hacerle frente a la incertidumbre, pensando en la incertidumbre y afirmando poéticamente: “…El conocimiento es una navegación dentro de un océano de incertidumbres, salpicado de archipiélagos de certidumbres…”

Plantea que la necesidad de responder a este reto es de escala mundial y absolutamente vital, ya que los procesos locales retroactúan sobre los procesos globales y la forma de hacerlo es a través de la reforma del pensamiento, identificando las conexiones y la religazón, ya que todas las cosas están ligadas unas a las otras; es imposible conocer las partes sin el todo, y el todo sin conocer las partes. La misión de la enseñanza dentro de este contexto: el aprendizaje de la religazón.

La reforma del pensamiento, de la que habla el autor, es de la parte más profunda de la estructura, es de naturaleza paradigmática, concierne a los principios fundamentales que deben gobernar nuestros discursos y nuestras teorías, y para ello propone siete principios, entre los que destacan los siguientes tres: el de bucle recursivo o autoproductivo, el de la dialógica y el holográmico.

El primero es el de bucle recursivo o autoproductivo, en el que explica que todas las personas somos el efecto y el producto de un proceso de reproducción, pero que también somos productores, rompiendo la causalidad lineal, para aceptar que somos efecto pero también causa, y que esto es necesario para que el proceso no se detenga.

La sociedad de la cual formamos parte, entonces, es el producto de la interacción de todas las personas que la construyen, y de la cual emergen cualidades y defectos produciendo así ciertos individuos que a su vez retroactuarán sobre otros individuos humanos, en una causalidad espiral.

El segundo es el de la dialógica, en el que invita a colocar juntos algunos principios, ideas y nociones que aparentemente pueden resultar paradójicos; citando a Heráclito quien habría dicho: “vivir de muerte, morir de vida” lo que significa que en un ser vivo las células mueren y son reemplazadas por nuevas células, en un ciclo que opera a través de la muerte para mantenernos vivos. Es la interrelación contradictoria/complementaria de varias lógicas para comprender y explicar algo.


El tercero es el holográmico, en el que se sostiene que no sólo la parte está en el todo, sino que el todo está en la parte; es decir, una célula de nuestro cuerpo contiene toda la información genética necesaria para reproducir un ser idéntico, mientras que nuestro cuerpo contiene la dicha célula. Las células nos contienen y nosotros contenemos las células.

La sociedad también, considerándola como un cuerpo, como un todo, nos contiene en su interior, pero nosotros la contenemos a ella al poseer su lenguaje, su cultura y sus vicios, los cuales reproducimos a la perfección.

El siguiente cuento puede aplicarse como ejemplo, en otro nivel de perspectiva: Un científico observaba con un poderoso telescopio el universo… cuando le comenta a la esposa: tuve la sensación de que un gran ojo me miraba desde lejos; mientras en otro mundo, un niño jugando con un microscopio veía en el portaobjetos cierta sustancia… cuando le comenta al papá: tuve la sensación de que un minúsculo ojo me estaba mirando.

Al final de este capítulo, Morin recuerda a Platón y comenta: “La cuestión del eros platónico es importante en estos tiempos en los que la educación se ve como negocio, en los que el conocimiento es solamente para el uso de algunos cuantos. El educador debe preparar a sus alumnos para la sociedad y las cuestiones que se le presentarán en ella, considerando que ellos mismos son quienes la conforman”.

El cuarto y último texto es: La democracia cognitiva y la reforma del pensamiento, en él nos advierte sobre los peligros de la hiperespecialización que produce ignorancia y ceguera, además de conducir a que el conocimiento esté en manos de unos cuantos, por lo que se requiere una reforma del pensamiento que derive en una democracia cognitiva, que consiste en “…la habilidad o esfuerzo mental de reflexión y conocimiento abierto, sin cortapisas, sin marcos dogmáticos, sin prejuicios e intolerancias…”

Morin argumenta que en el mundo actual el ciudadano común no cuenta con la posibilidad de acceder al conocimiento, por lo que se encuentra desposeído ante quienes lo han acaparado, especializado y tecnificado, quitándole el derecho de pensar por sí mismo, sobre sí mismo y en los hechos histórico-sociales que está viviendo; por lo que se requiere reformar el pensamiento y además la institución que lo promueve o produce ya que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias, y el propio educador necesita ser educado.

Cita como ejemplo: “…el arma atómica ha desposeído totalmente al ciudadano de la posibilidad de pensarla y de controlarla; su utilización está ceñida a la decisión personal de cada jefe de estado sin consultar a ninguna instancia democrática… y la información sobre la misma está reservada para una élite intelectual anónima.

Con una considerable carga ideológica, también nos habla sobre las competencias democráticas que son: “…las garantías que todo individuo debe poseer por ser parte de la sociedad: libertad, igualdad y representatividad…”

Por último afirma: “…Pensar globalmente, con un paradigma complejo, dota al ciudadano de la posibilidad de afrontar la incertidumbre y de establecer un mejor gobierno.”

Los restantes cuatro principios, aparte de los tres ya señalados: Bucle recursivo, Dialógica y Holográmico son: Sistémico u organizacional, Retroactividad, Autonomía/dependencia y Reintroducción del cognoscente en todo el conocimiento.

El cuarto principio, llamado sistémico u organizacional, implica la aceptación de que la organización es el producto de la interrelación entre el orden y el desorden; es cierta complejidad dinámica relacionada con el azar y la existencia de una cantidad innumerable de dimensiones e interacciones entre orden, desorden y reorganización continua; llamada por otros autores como teoría del caos.

El quinto principio es el de retroactividad; constituye un ciclo de inicio y reinicio de un mismo fenómeno; sin embargo, la retroacción no se perpetúa en un ciclo continuo, ya que inscrito en el contexto dialógico de la vida y la muerte celular, finalmente, algún día termina el ciclo. Además, en cierto tipo de organizaciones, se vincula con el bucle recursivo o autoproductivo. La recursión, por otra parte, propicia el surgimiento de nuevas organizaciones a través de una continua regeneración, significa producción de sí mismo, y la diferencia con la retroacción es que el principio recursivo propicia el surgimiento de nuevas organizaciones a través de una continua regeneración; y, si lo vinculamos con el principio dialógico de la vida y la muerte, una vez que termina el ciclo retroactivo, entra el recursivo para el surgimiento de nuevas organizaciones, e inclusive la continuación de la vida a través de los genes.

El sexto principio es llamado autonomía/dependencia; la autonomía está lejos de ser una idea que signifique libertad absoluta, ya que se nutre de la dependencia; la noción de autonomía es toda una paradoja, ya que implica lo individual pero dentro de un contexto del cual depende; por lo tanto, tal dependencia inhibe la autonomía.

Principio de reintroducción del cognoscente; implica aceptar que la trandisciplinariedad ha sido parte de la ciencia, pero no ha sido promovida suficientemente, ocasionando el rechazo al sujeto cognoscente por el objeto estudiado; sujeto que debe enmarcarse en su contexto y adquirir una actitud determinada al investigar y explicar sus conocimientos.

La tesis del autor sobre la reforma educativa, necesaria en estos momentos, radica en que los docentes sean capaces de pensarse a sí mismos, dentro del contexto actual para transformarlo retomando el liderazgo; transitando a través de la incertidumbre, al aceptar la imposibilidad de conocer en su totalidad un objeto o fenómeno, debido a la intervención del individuo cargada de su percepción e interpretación personal; buscando la posibilidad de explicarse a sí mismo como sujeto/objeto de esta sociedad, para poder promover la producción y reticulación de saberes, sin limitaciones.



La tesis de Edgar Morin tiene muchos detractores y una considerable cantidad de estudiosos que la promueven y defienden. Lo que plantea básicamente es una invitación a la reflexión desde la propia revisión de nuestro ser, es decir, nos lleva por un camino de autorreconocimiento como célula social, producto y reproductor de las virtudes y los vicios, para ser capaces de sacudirnos el lastre social que no nos permite vislumbrar una posible realidad y decidir sobre ella. Nos invita a un nuevo enfoque de pensamiento.

En el terreno educativo, el pensamiento complejo implica la articulación de saberes que nos permitan ser competentes para tomar decisiones y resolver problemáticas en todos los ámbitos; una nueva actitud al investigar, reflexionar, comprender y explicar nuestros saberes; el análisis de nuestras estructuras paradigmáticas, es decir, las que determinan nuestras creencias, discursos, teorías; la revisión de los nuevos principios organizadores del conocimiento.

Yo diría que el pensamiento complejo es ante todo un pensamiento que relaciona, lo que está tejido en conjunto.
Edgar Morin


BIBLIOGRAFÍA

James, Bowen., Peter, R. Hobson. (1996). Teorías de la Educación. México: Limusa.

Morin, Edgar. (2006). Articular los saberes ¿Qué saberes enseñar en las escuelas? Primera reedición en español. Publicación del Instituto Internacional para el Pensamiento Complejo, bajo el auspicio de: UANL, ENS. Monterrey, México.

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