martes, 4 de marzo de 2008

Las Habas del Norte

2.- Regionalismos…
- ¡Buenos días mushashos!, me da musho gusto conocerlos y trabajar con ustedes. Hay que esharle mushas ganas para terminar muy bien este bimestre.

Además de las miradas expectantes de los jóvenes que, sin previo aviso recibían a la maestra que sustituiría a la oficial, pude percibir un cuchicheo que juzgaba duramente el silbido que produzco al pronunciar la “Ch”

Un día de septiembre del año 2004, recién llegada, obtuve un interinato para cubrir la incapacidad de una maestra de español en cinco grupos de la Secundaria No. 10 del Centro de Monterrey.

Con seis años trabajando en ese nivel y considerando que aquí (o allá) y en China los adolescentes son parecidos, pensé que la experiencia sería de lo más sencilla; pero, contrario a lo que esperaba, los alumnos no sólo tenían las distracciones propias de su edad (el sexo opuesto, las fiestas, los amigos, etc.); además, su pasatiempo favorito durante la clase, era burlarse (a veces discretamente y otras no tanto) de mi forma de hablar.

Fue mi primer encuentro con las diferencias léxicas y regionales de mi nuevo hogar. Cabe aclarar que aún cuando había convivido con personas de muchas entidades, lo más que había sucedido es un ligero comentario acerca del acento y el timbre, pero eso se salía de toda proporción.

Intenté de muchas maneras evitar que siguieran burlándose, inclusive les pedí que me enseñaran a pronunciar de manera correcta y recuerdo a una niña que consideradamente me dijo: “maestra, sólo póngale una "t"antes de la “ch”. Empecé a seguir su consejo, pero la fuerza de la costumbre se impone y creo que de cada diez palabras con “ch”, sólo una se escuchaba bien y cuando eso pasaba, todos aplaudían y se volvían a distraer.

Ante el poco éxito de los resultados de mi práctica, aproveché esa situación para hablar sobre las variantes léxicas y fonológicas y les narré, acentuándo más mi error en la pronunciación (shhh), cómo era un día en mi pueblo:

Los “buquis” de La Colorada, son “güilitos” y de ojos “pipizquis”, cuando el calor arrecia salen “bichis” a jugar con las “cachoras”, unos a otros se dan “tatahuila” o se cargan “a papuchi”, no les preocupa caerse en el “zoquete”, llenarse la rabadilla de “alguates” o que les piquen los “mochomos”.

Cuando regresan a su casa, ya anocheciendo, sus “nanas” los regañan y si lloran, los “chinquechan” y les dan con un “sibiri” en las nalgas, ‘pa que se les quite lo “chipilón”

Por supuesto que todos se reían y ponían cara de ¿cómo?, por lo que anoté el texto en el pizarrón y los invité a que lo copiaran e investigaran el significado de las palabras que no comprendían. Al final resultó un trabajo muy rico y mi forma de hablar fue bastante ilustrativa para la comprensión del tema, ya que los alumnos se interesaron mucho y además de la tarea llevaron más ejemplos que les parecían graciosos o extraños.

La conclusión a la que llegaron, es que aún en una misma ciudad, un mismo estado o una misma región, existen muchísimas expresiones y palabras diferentes y que si eso sucede con quienes hablan un mismo idioma y que aparentemente tienen costumbres semejantes; ¡pobres los que quieran aprender nuestro riquísimo español!, aunque, no recuerdo haber visto a alguien que se burle de un extranjero porque no pronuncia correctamente o utiliza palabras que no son las adecuadas, pero tampoco dudo que suceda, ¡Donde quiera se cuecen habas!

Con el tiempo y mucha atención he ido corrigiendo mi forma de pronunciar la ch y casi lo he conseguido totalmente, porque yo me adapto muy rápido a las cosas.

¡¡¡Ah, cómo shingados no!!!

Thelma Andalón

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